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El reino del Cielo


En el artículo anterior en el que hemos hablado de Jesús desde el punto de vista humano hemos acabado indicando que a nuestro parecer la causa de su condena a muerte por parte de Caifás, el Sumo Sacerdote, acompañado por los otros poderosos, fue la idea del reino que predicaba Jesus. Es este un concepto fundamental si realmente queremos entender el mensaje de Cristo. ¿Qué se entiende por “el reino”?


Pues la verdad es que hay diferentes interpretaciones. En primer lugar tenemos que considerar la que tomaron Caifás, Pilatos y los otros sujetos de poder. El reino significaba para ellos un nuevo orden político. Un reino supone la existencia de un rey, si a ello se le suma las comparación y referencia que se hacía de Jesús con el rey David (a Jesús lo llaman “hijo de David” 18 veces en los Evangelios) , Jesús era un peligro para su status. Ese rey nuevo, que traería el nuevo reino, cambiaria las cosas y eso no les gustaba a los oligarcas y poderosos del momento. ¿Solución? Matar a quien propaga la idea de reino. Eso era lo más fácil.


Pero también estaba una gran parte del pueblo que esperaba que apareciese un reino nuevo que mostrase al mundo la grandeza del pueblo hebreo. Para ellos, fariseos, zelotes, esenios y otros grupos, el reino nuevo iba a suponer liberarse del poder romano, y en las facciones más radicales supondría el dominio de Sion sobre el mundo. Al fin y al cabo, para estos radicales, si ellos eran el pueblo elegido es normal que el destino les reservase un papel dominante en el mundo. Cuando llegase un nuevo reino Israel volvería a dominar al menos los territorios que consideraban suyos por decisión divina. Ahora bien, había un problema. Israel fue fundado por Jacob a través de 12 se sus hijos que constituyeron las famosas doce tribus de Israel. Pero los acontecimientos históricos, la deportación a babilonia y otras guerras y conflictos habían hecho desaparecer 10 de estas doce tribus. En tiempos de Jesús solo quedaban dos tribus, la de Judá y la de Benjamín, quien fue el último hijo de Jacob. El reino se esperaba, por parte de los más integristas, que volviera a mostrar la grandeza de Israel y para ello era preciso reunir a las 12 tribus que lo constituyeron. Pero claro, después de tantos años que cada persona que profesaba la religión hebrea supiera el origen de sus antepasados era una tarea imposible.


¿Imposible? Si, imposible para cualquier hombre pero no hay nada imposible para Dios, pensaban los hebreos. De manera que este nuevo “reino” tenía que llegar por mediación divina. Se esperaba un “mesías” procedente del linaje sacerdotal más que del militar. Es lo que dicen los Esenios cuando hablan de un mesías Aarónico (fundador del sacerdocio) y no Davídico (descendiente de David, el rey guerrero). Lo curioso del caso es que Jesús cumplía en su linaje ambos requisitos, pero ahora sería cansado y poco productivo hablar de ello, basta sólo mencionarlo.


Pero había más. Ya que Dios tenía que intervenir para agrupar a las doce tribus se esperaba de Él que interviniera en la batalla contra los opresores, es decir que las batallas no fueran sólo ganadas porque Dios apoyaba a los hebreos, sino que Dios, en “persona” interviniera en la contienda.


Esto que en nuestros días nos parece un tanto cómico era aceptable en aquellos tiempos y lugares. El mito de Gilgamesh muestra que el dios de los sumerios manda a Enkidu para que luchara contra Gilgamesh, es decir que para aquella época era aceptable esperar que Dios interviniera en la guerra de forma directa.


Lejos de estas creencias ¿Cómo se tomaron el tema del reino los seguidores de Jesus, los primeros cristianos? ¿Qué se debía entender que era “el reino”?


Los Evangelios hablan muchísimo del reino, nos dice lo que hace falta para entrar en él, se ponen comparaciones con parábolas e incluso se refiere el poder de los milagros y la predicación a la idea de reino.
En Mateo 4, 23 se llega a decir
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Con lo cual se muestra que “el reino” es el tema principal de la buena nueva o Evangelio.


Pero a pesar de las muchas parábolas sobre el reino, de lo que hace falta para entrar en él (de esto hablaremos posteriormente pues es la clave de la cuestión), en ningún momento se define “el reino” en términos concretos. Es decir no se dice “en el nuevo reino Israel dominará el mundo, serán unidas las 12 tribus, se levantará un nuevo templo etc.”. Es decir que la idea de “el reino” no se concreta ¿Por qué?


En todos los asuntos sagrados resulta muy complejo decir en palabras lo que está por encima de estas. Ponemos un ejemplo para explicar lo que queremos decir. A Beethoven le preguntaron “qué ha querido decir al componer la quinta sinfonía” a lo que el genial músico respondió: - “si pudiera decir en palabras lo que he querido expresar no la hubiera compuesto” –


Es decir no es fácil, ni simple, definir conceptos que están por encima de la palabra y la mente.


Seguramente a todos nos vendrá la imagen mental que eso de reino de los Cielos debe ser un lugar donde reine la justicia, la verdad, la belleza, la bondad etc. Y por supuesto eso fue lo que esperaban los primeros cristianos. Pero esa idea tiene, de base, dos problemas.


La primera es ¿qué es lo que hay que entender por justo / injusto? La verdad es que cada grupo humano y en cada momento particular ha tenido una idea de justicia que difiere de otros grupos. Los zelotes, que eran la facción más agresiva de los hebreos, consideraban que estaban obrando conforme a la justicia divina cuando arrancaban la piel a los romanos. Algo parecido puede decirse de los actuales terroristas. Y ejemplos de estos hay cientos si revisa la historia. Hablar de justicia, verdad, bondad etc. son conceptos referidos a unas coordenadas concretas. Solo hay un concepto que sí puede definirse como universal, el del Amor. Pero la idea de Amor como se explicará en su momento, no es un reglamento, algo que pueda regir la sociedad, sino un estado interno de la persona. Es decir no hay un reglamento para llegar al Amor. El Amor se vive, no se explica.


Pero el segundo problema es aún mayor. Incluso si pudiéramos definir un ideal de justicia como característica del reino de los Cielos, o es más si pudiéramos identificar a este como el lugar donde reina el Amor, nos encontramos que hace más de 2000 años que esperamos que este reino llegue. Y el mundo no ha sido nunca precisamente un lugar de Amor.


Pero para complicar más el tema Jesucristo dijo que este nuevo reino estaba, como aquel que dice, "a la vuelta de la esquina". Así el Evangelio de Mateo 16 28 dice :
28 De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
De manera que “el reino” tenía que haber llegado ya en vida de los discípulos pero no ha sido así. ¿Fue Jesús un mentiroso?


No. El problema es que no se entiende que “el reino” no es un lugar, ni un momento, ni un reglamento, ni una norma, ni siquiera un poder. El reino es un estado interior. Y esa palabra la ya la hemos utilizado al hablar, someramente, del Amor.


Para solventar esta cuestión, es decir la de una promesa que aún no vemos realizada, las religiones (no solo la cristiana) han hecho un montaje mental para calmar al hombre. La idea es la de situar este reino del Amor y justicia fuera del mundo físico. Cuando te mueras, si has sido “bueno” irás al cielo / paraíso / nirvana etc. Pero eso será solo si has sido “bueno” y cuando mueras. Nada de reino aquí y ahora. De esta manera la idea del Cielo o paraíso parece tratada como si fuera un fondo de inversiones. Es como si te dicen “compra acciones de Microsoft y en dos años doblarán su valor”. Ahora se nos dice “se bueno” e irás al reino del Cielo cuando te mueras.


Para entender entonces qué es el reino, o Cielo hay que subir de nivel de abstracción. El reino no es un lugar físico, no es una realidad temporal, no es una concreción de cualquier concepto como justicia, verdad, bondad. El reino es un ESTADO INTERIOR. Y cuando Jesus habla que el reino está cerca no se refiere a ninguna manifestación material ajena a la persona, no es algo que te va a llegar desde fuera, sino a la posibilidad que se produce de alcanzar ese ESTADO INTERIOR y que Cristo con su muerte y resurrección hace patente..


Pero bueno, si queremos mantener la idea expresada en el artículo anterior de Jesús humano de basarnos en deducciones y no en aceptar creencias, hemos de razonar un poco el punto antes expuesto de alcanzar el estado interior del Reino de Dios. De manera que vamos a hacerlo.


El precursor de Jesucristo todos los Evangelios y estudiosos coinciden fue Juan el Bautista. Pues bien, en Mateo 3 - 1,2 se dice
1 En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.


Estos versículos, como todos en realidad, tienen si queremos analizarlo de manera simbólica una enorme significación. Pero para no dispersarnos vamos a analizar la palabra en negrita; arrepentíos.


Pero ¿qué sentido tiene que se nos hable aquí sobre el arrepentirse?


Arrepentirse supone lamentarse por una actuación contraria a lo que marca una creencia o una ley. El diccionario de la Real Academia RAE define arrepentirse como:
“Sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo.” Es decir arrepentirse precisa una referencia, un algo, una ley, un precepto civil o moral, que se ha hecho o no se ha hecho, y de ello uno se lamenta. Pero que quede claro, es preciso referenciar ese arrepentimiento a algo. Pero cuando Juan el Bautista dice esas palabras la única ley que se aplicaba eran las creencias hebreas y no tiene sentido que si Juan es el precursor del reino nuevo del que hablará Jesucristo, nos remita al arrepentimiento de la antigua ley. Es decir ¿arrepentirse de qué? Si no había aún una nueva ley solo podía aplicarse a no haber cumplido esa antigua ley, lo cual no tiene sentido en un precursor. No se puede arrepentir uno de algo que aún no ha llegado y llamar al arrepentimiento por no cumplir leyes anteriores es defender lo ya existente, no algo nuevo como es el mensaje de Jesucristo. ¿Me explico?


Pues bien, es por ello que hay que profundizar un poco más.


Ya se dijo en el artículo anterior que los evangelios se escribieron en griego, no en arameo galiláico que es lo que se hablaba en aquellos tiempos por Galilea. Pues bien, la palabra que se utiliza en griego para decir esa palabra que estamos analizando y hemos puesto en negrita es: “metanoeite”


Pues bien, en griego metanoeite es la forma imperativa de metanoia y presenta un doble significado. Por una parte está la idea que se ha hablado de de arrepentirse o lamentarse, pero por otra, y esta es mucho más importante, metanoia significa un cambio de actitud, de forma de pensar, de responder ante la vida.


Y esta segunda acepción sí que cuadra más, de hecho cuadra a la perfección, con lo nuevo que está anunciando el Bautista. Con la palabra metanoeite se está anunciando un cambio, un cambio radical y eso es lo que supone el reino. Eso es lo que trajo Jesús. Y para ese cambio hace falta un cambio interior.


“Traducir es traicionar” se dice en latín pues es complejo y el error en un término supone la imposibilidad de entender muchas cosas.


Que quede claro que el Bautista lo que nos dice es que el primer paso para “el reino” es cambiar de actitud.


Esto se ve confirmado también cuando se puede leer en el Evangelio de San Juan:


3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.


Nacer de nuevo no es como entendió Nicodemo eso de volver al vientre de la madre, lo que nos está repitiendo aquí Jesús es que el cambio en nuestra forma de ser, de ver la vida etc. ha de ser radical y nueva para poder entrar en el reino.


En multitud de ocasiones se puede ver ese mensaje. Cuando nos dice por ejemplo Mateo 18 -2
Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.


Un niño por ejemplo, cuanto menor sea más fácil le es adaptarse a los cambios. Si se va con su hijo de cinco años a China al cabo de pocos meses hablará chino, mientras que probablemente usted precise años para aprender un idioma tan diferente. Pero para el niño le es fácil, porque no se aferra al primer idioma que tuvo. , no tiene dificultades en cambiar de idioma porque no se aferra a un idioma inicial como hacemos los adultos. También su cuerpo es más flexible porque lo es su mente. No se agarra a una idea, creencia o concepto, y es por ello que hay que ser como niños para entrar en el reino.


¿Y que diferencia el nuevo reino del reino en dónde estamos?


En nosotros lo que reina es la idea de separabilidad. Usted y yo nos consideramos diferentes, nos hemos definido de una manera concreta, para separarnos del resto del mundo. Tenemos identificaciones que nos definen e intentamos fortalecer estas. El yo soy español / argentino / mexicano; hombre / mujer; padre /madre ; rico / pobre etc. es lo habitual del ser humano en el viejo reino. Y usamos esa palabra para diferenciar la idea del nuevo reino que promulga Jesucristo, pero no por llamarlo viejo quiere decir que no esté presente en nosotros. Cada ser humano se ve a sí mismo como algo diferente del todo. Eso de que todos formamos UNO, en nuestro viejo reino no consta.


Y la gran diferencia que tenemos, y que estaba muy arraigada entre el pueblo hebreo, es la idea de separabilidad entre el hombre y Dios. En esa concepción hombre y Dios son distintos y dispares. Pero esa concepción es filosóficamente errónea porque si Dios es un principio del TODO, el todo no puede ser diferente de las partes sino que debe incluirlas. El todo es más que la suma de las partes pero es lógicamente imposible esperar que la idea de TODO, PRINCIPIO ÚNICO, o DIOS esté separado de la parte. La idea no es nuestra, es de Nicolas de Cusa que ya en el siglo XV dijo que “Dios no puede tener contrarios”


Con Jesucristo esa separación desparece y al desaparecer tiene lo que los padres de la Iglesia decían que Jesucristo era “consustancial” a Dios. La liturgia católica habla de Jesucristo refiriéndose a que es de “la misma naturaleza del Padre” y ese es el concepto oculto del nuevo reino: la ausencia de separación entre el hombre, Jesus, y Dios. Y entonces y solo entonces se produce la fusión de Jesucristo = Hombre + Dios.


Y para lograr eso hay que dejar la identificación y a eso solo se llega por Amor. El Amor no es la receta que nos llevará al Cielo cuando muramos, sino que es la única vía para fundirnos con la divinidad y alcanzar el estado interno de ser consustancial con Dios.


Es amando y solo amando cuando superamos la barrera de divisibilidad. Cuando te amo tu y yo somos Uno, y eso es lo que hay que aplicar en su totalidad. En realidad hay poco Amor verdadero pues en general se ama a “mi” hijo, a “mi” nación, a “mí” …, lo que sea, pero se identifica y se define aquello a lo que decimos amar. Entonces el amar se convierte en querer. (el enlace envia a una dirección de youtube que explica muy bien la diferencia entre querer y amar.)


En resumen: cuanto menos se identifique con algo más cerca estará del todo.


Ese es el secreto para permanecer y alcanzar el reino: diluir el concepto del “yo” O dicho en otras palabras de lo comentado en otro punto de la web, eliminar el ego.


“Bienaventurados los pobres de Espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos” dice el sermón de la montaña. Rico es quien tiene mucha identificación, mucho ego. Y como esa identificación le separa de los otros no puede entrar en el reino. Hay que dejar el yo para ser el todo. O dicho en palabras de un filósofo sufí: “Yo soy Dios cuando dejo de ser yo”


¿Qué sucede cuando eso se consigue? Que entonces todo es posible. Incluido resucitar a los muertos, o volver a la vida después de la cruz. Todo. Porque entonces ya no eres algo concreto sino por ser nada puedes a lcanzar y ser todo. Entonces tienes el poder de Dios del que se habla en el artículo de la fe que mueve montañas. y al que nos remitimos para completar esta idea.


Y yendo a aspectos concretos para no perderse en ideales. ¿Cuán lejos estamos usted y yo de alcanzar el reino?


Pues cuanto más nos identifiquemos con algo, cuanto más usemos el concepto de yo / mío / me y cualquier forma de la primera persona, es decir cuanto mayor sea nuestro ego. (entendido como identificación con algo, no sólo con la idea de creerse importante) más lejos se está del reino, pues más se identifica con la parte y no con el TODO.


La vida, toda, es un trabajo que consiste en esto. En abandonar el ego y entrar en el reino. El final no es la muerte, el final es la iluminación de alcanzar el reino por la disolución del ego.


Por eso Jesucristo dice “yo soy el camino, la verdad y la vida” porque él marca la posibilidad del humano de alcanzar el reino. El lo hizo y yo entonces puedo también.


¿Por qué seguidores como Pedro, que le negaron tres veces, siguen las enseñanzas de Jesucristo hasta el final, hasta la muerte?


Porque comprueban que el reino es factible y la resurrección confirma que quien es “consustancial con el Padre” es el dueño de la Vida.


Cuando en Juan 14 . 12 se dice
12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre


Se está refiriendo a que cualquiera puede hacer milagros cuando deja de ser parte para ser Todo, pero eso solo se alcanza cuando tu y yo somos uno.


La idea de iluminación hinduista tiene también este componente que el hombre supere la limitación que se impone al creerse algo separado del todo, y los antiguos chinos escribían el concepto de Dios como causa única y total con los caracteres de “multitud de extremos”. De manera que en lo profundo todas las enseñanzas conducen a lo mismo, a vencer la separatividad entre el hombre y Dios, o lo que es lo mismo entre el hombre y el resto de lo que ahora cree es distinto a él.


El reino puede llegar ahora porque ya tenemos una referencia del “cómo” y esta pasa por la entrega total por Amor, pues solo en Amor se disuelve el ego.


Eso fue lo que le llevo a Cristo a la cruz, pero también lo que permitió su resurección. Por ello Jesucristo actúa a modo de GPS para indicarnos el camino del reino del Cielo.


De nosotros depende seguir las indicaciones o quedarnos en nuestro reino del yo / mío / me / para mí. Disuelve el ego y entrarás en el reino.

Por todo ello en Lucas 27-21 se dice "sabed que el reino de Dios, está en medio de vosotros" Y habla en presente, no en futuro o condicional de que pase esto o aquello, pues el Reino es un estado interior no un lugar en tiempo o espacio.

Espero haber sido útil en estos dos artículos


Que la Fuerza le acompañe,


JP

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