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Confianza: Más allá de la mente.


Este artículo constituye el último de la trilogía compuesta por “el ego” y “la mente” siendo la continuación de este último. pero confio se pueda entender y aplicar aunque no haya leido esos dos escritos anteriores


En el artículo anterior se intentó explicar la imposibilidad de la mente para regir nuestra vida, y ello se debe a una característica importante: la vida no está para ser entendida, sino para ser vivida. Pero claro, esto escapa al control del ego, que quiere ejercer poder y para ello intenta cuadrar las situaciones de la vida en un marco mental. Pero hay tantas cosas incomprensibles que mejor buscar otro patrón para guiarnos. Pero ¿cuál puede ser este si la mente, en la que tanto confiamos desde siempre, no nos sirve?


En la vida nos encontramos con algo que nos turba, a lo que llamaremos “lo malo”. No podemos entender (siempre con la mente) el por qué tienen que pasar o pasarnos cosas malas y para ello el ego humano, desde siempre, ha construido un armazón mental para cuadrar los sucesos malos de la vida, y aquí cabe desde una mala experiencia personal a los crímenes de guerra.


En las religiones de base judeo-cristiana el apelar a la idea de un “pecado original”, haciendo una interpretación interesada de las Escrituras, sitúan a este como centro de todos los males. El hombre es un ser caído y el mundo un valle de lágrimas. La salvación no está en este mundo sino en otro trascendente, al que llamamos “cielo”. Para los hinduistas la idea de lo que consideramos “malo” son las acciones pasadas, el famoso (y tan mal entendido como la historia del Génesis) karma.


De esta manera aunque el resultado sea el mismo, es decir el hombre vive circunstancias de dolor en la tierra, al menos tenemos un referente mental, y eso nos tranquiliza. Hemos dado con un “porque” y eso al ego le encanta. Pero si recuerda lo dicho en el punto del ego, usted NO es su ego, por lo tanto es una justificación inútil.


Podríamos hablar ahora de la torcida interpretación de lo expresado en el Génesis con eso de la “caída” del hombre o profundizar sobre lo que realmente es el karma, pero eso sería un debate intelectual mental y aquí lo que se pretende es ir más allá de la mente y ser prácticos. De manera que vamos directamente al grano.


Si la vida no es mental, si no podemos comprenderla ¿cómo podemos guiarnos en ella para no caer en la desesperación de estar en un mundo de locura?


Hay dos principios básicos. Ambos son fáciles de entender pero cada vez que el ego adquiere importancia en nosotros, los borra. Personalmente de todo lo que he escrito en esta web, incluyendo mis dos libros (aunque ello es un ataque a mi propio ego), creo que esto que viene es lo más importante, pues es lo más práctico sin ser lo más intelectual.


El primer principio es la aceptación. La vida, y lo que nos trae, hay que aceptarla. No aceptarla es sufrir. Es fácil aceptar lo que consideramos “bueno” pero no lo que consideramos “malo” de manera que es sobre esto último de lo que vamos a hablar. Hay muchas cosas en la vida que a usted a mí no nos gustan. No nos gustan los embotellamientos de tráfico, la enfermedad, las guerras, el hambre etc., es decir desde situaciones más personales a las más globales continuamente hay motivos de disgusto en nuestra vida. Pero la etiqueta de bueno/malo es una construcción interna nuestra y los acontecimientos de la vida, lo que nos encontramos en ella, son, en cierta medida, externos. El sufrimiento aparece siempre que hay una lucha entre la concepción interna de las cosas y la realidad externa que nos muestra la vida.


Empecemos por un caso “light”
Imaginemos que usted tiene que ir al trabajo y toma el coche. Toma la autopista y de repente se ve en un inmenso atasco. Ve que tiene quizá para horas de retención, llegará tarde al trabajo y tiene muchas cosas importantes que hacer. Lo normal es un sentimiento de disgusto, de rabia por esa situación. Tal vez se recrimine por no haber tomado otra ruta, culpe al gobierno por no haber mas carriles o mil cosas más. Pero mientras piensa así (siempre la pareja ego-mente) usted lo pasará mal. Sea cual sea el origen o el culpable de la situación lo cierto es que usted está atrapado en un atasco dentro de su coche. Y nada más que eso.


En resumen: usted está sufriendo una situación desagradable.
¿Cuando acabará eso? La mente le dirá que cuando se despeje el atasco y llegue a su destino, pero no. Puede acabar mucho antes, tan pronto como ACEPTE la situación y no luche contra ella. ¿Conseguirá con ello pasar menos frio o calor en el coche? ¿conseguirá llegar antes al trabajo para hacer eso tan importante? No. Pero conseguirá dejar de sufrir por una situación que no es lo que quería. Los hindús dicen que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento no”. Esto puede extrapolarlo a cualquier situación de su vida.


Ahora bien, entiendo que el lector piense: ¿cómo puedo aceptar una situación que no me gusta?


Pues hay un “truco”. En realidad es aplicable a los casos “light” pero practicando en ellos podremos hacer que se pueda aplicar en los mas duros. Y el truco consiste en “observarse desde fuera” Es decir analizar eso que está pasando y no nos gusta como si le pasase a otro. Si usted ve sus problemas desde fuera, en muchos de estos casos pensará “no es para tanto". Y es que lo que nos amarga la vida es que nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio. Si nos vemos desde fuera no podremos lograr que nos guste lo que nos disgusta pero si aceptar que eso pasa, y en consecuencia, como es inevitable, mejor aceptar la realidad.

El sufrimiento, que es diferente al dolor, acaba cuando se acepta la vida. Algunos autores, como Tolle, se refieren a ello con la palabra “rendición” Esa palabra es dura y no gusta al ego, pero es representativa. Cuando la concepción interna que tenemos de “cómo deben de ser las cosas” se rinde al “como son las cosas” el sufrimiento deja de existir.


La rendición es el fin de la resistencia, es acabar con el ego, es la aceptación de la vida sin etiquetas de lo que sucede. Y la vida hay que vivirla por lo tanto hay que aceptarla, sino es una lucha, y luchar siempre es doloroso. Que en la vida haya sufrimiento (repito, dolor es otra cosa) o no depende de la aceptación que tengamos frente a lo que esta nos brinda. Eso es vivir en plenitud: no enfrentar la concepción interna de cómo queremos que sean las cosas con la realidad externa de como son las cosas.


Esto se explica en el conocido cuento chino taoísta que dice así:


Al campesino Ang Li un buen día se le apareció un caballo en sus tierras. Y Ang Li lo puso en su cuadra. La gente del pueblo decía:


- “que buena suerte tiene Ang Li, ahora tiene un caballo para ayudarle en su trabajo”
A lo que Ang Li respondía “en plenitud” :
- No sé si tengo buena suerte o no, solo sé que se apareció un caballo en mis tierras, lo puse en la cuadra y me ayuda en el trabajo.
Unos meses después el hijo de Ang Li se cayó del caballo y se rompió la pierna. La gente del pueblo dijo:
- “Que mala suerte tiene Ang Li, ahora su hijo se ha caído del caballo y no puede ayudarle” A lo que Ang Li respondía “en plenitud”:
- “no sé si tengo mala suerte o no, solo sé que mi hijo se cayó del caballo y se ha roto la pierna
Meses después los soldados vinieron al pueblo a llevarse a los mozos para la guerra, pero al ver que el hijo de Ang Li estaba con la pierna rota lo dejaron.
Entonces la gente del pueblo decía:
-“Que buena suerte tiene Ang Li. Los soldados no se han llevado a su hijo por tener la pierna rota”
A lo que de nuevo Ang Li, en estado de “plenitud" responde: “no sé si tengo buena suerte o no, solo sé que vinieron los soldados a reclutar a mi hijo y al verlo con la pierna rota no se lo llevaron”

Y así la historia podría hacerse interminable


Lo que se quiere reflejar es la importancia de vivir el momento con total aceptación de lo que es y no juzgando el mismo en función de sí nos gusta o no, o si creemos nos va bien o no.


Ahora bien, existe una diferencia entre la idea de rendición o aceptación y la resignación. Resignarse es un no actuar, mientras que rendirse es aceptar una situación y actuar para cambiarla a partir de ahí. Aceptación o rendición no suponen una actitud pasiva. De hecho solo podemos ser efectivos ante una situación cuando la aceptamos, y esa es la única base para el cambio. En nuestro caso del conductor atrapado en el atasco de la autopista puede intentar salir en cuanto pueda, eso es actuar, pero para ello tiene que aceptar la situación de atasco en la que está


Un ejemplo que muestra la importancia de la aceptación la tenemos en las terapias de rehabilitación de alcohólicos. Lo primero que se precisa para solucionar el problema es que el alcohólico reconozca que tiene un problema con la bebida, mientras no acepte su problema, no se soluciona.


En resumen: para todo aquello que no le gusta que sucede en su vida debe empezar por aceptarlo para luego, si es posible, corregirlo, y si no lo es … aplicar lo que viene en las líneas que siguen.
¿Qué pasa con las situaciones mas graves? ¿qué pasa cuando se pierde el trabajo y apremian las necesidades materiales? O en el caso mas grave ¿qué pasa cuando se pierde un ser querido?


Mientras el trabajador despedido pierda la energía en odiar a quienes lo despidieron solo logrará que el ego se regocije en el sufrimiento. Hasta que no acepte la situación real de la vida, es decir que no tiene empleo, no estará centrado para buscar otro.


¿Es agradable ser despedido? Desde luego que no, pero el miedo a no tener ingresos y la rabia por la situación solo llevan al sufrimiento inútil.


Más duro es quien pierde un ser querido. Es humano se note su falta pero ese malestar no arregla la situación. Hay que aceptar. De hecho aceptar es una de las fases del duelo que describe Elisabeth Kübler-Ross en sus libros sobre la muerte y el proceso de duelo


Cuando en el Evangelio se dice eso de: “dejad que los muertos entierren a los muertos” (Mt 9,22) nos viene a decir que la situación es la que es y hay que dejar atrás lo que ya no es.


Aprovechamos el citar el Evangelio para exponer otra forma de verlo, mucho más práctico. A menudo se ve el Evangelio como la historia de la vida de Jesucristo, como si de una crónica periodística se tratase, es decir como la historia de “otro”. Verlo así es una visión muy pobre de lo que nos puede ofrecer. En el Evangelio, y de hecho en todas las Escrituras y textos sagrados de otras religiones, se muestran las diferentes fases por las que puede pasar un ser humano. No se trata de algo que sucede a “otro” sino de algo que puede suceder en la vida humana y por consiguiente el texto nos enseña a como reaccionar en esas circunstancias. Y esto es especialmente cierto en la segunda fase, cuando nos centremos en el dolor


Pero volvamos al tema de la aceptación de lo que la vida nos presenta.


La aceptación solo es posible si somos capaces de vivir el momento presente. Si en una situación que consideramos negativa para nosotros no vivimos el presente y solo recordamos el pasado glorioso (o horrible) o el futuro esperanzador ( o temeroso), haremos que ese momento sea de sufrimiento.


Pero todo sufrimiento acaba cuando acaba la lucha.


Vamos a exponer la historia que explica Anthony de Mello sobre cómo vive la mayoría de las personas. Dice él genial sacerdote y terapeuta, que la vida es como esta historia.


Una persona va a un concierto. Ha conseguido un buen asiento, está en medio de la platea, en una posición privilegiada. La acústica es perfecta, la visión inmejorable, el ambiente privilegiado. De repente las luces se apagan. Va a comenzar la función que tanto espera ver. Entonces nuestro hombre se da cuenta que se ha dejado la cartera en el coche, y lo que es peor, ¡se ha olvidado de cerrar con llave!


Puede ser que le roben la cartera, pero ¡no puede salir de donde está!.


¿Qué es el aceptar? Disfrutar de la música. Cuando llegue el momento que no encuentre la cartera ya se preocupará, pero si se vive el presente se disfruta de la música.


¿Qué hace la mayor parte de la humanidad (incluyéndome a mí en más ocasiones de las que me gustaría)? Estar preocupado en la butaca por si nos roban la cartera, sin poder salir de donde estamos y oír la música inmersos en la angustia.


Aceptar es dejar de sufrir pues es dejar de enfrentarse a la vida, a una vida que, en muchas ocasiones, no entiende la mente.


Incluso he podido ver eso en enfermos terminales. Cuando la persona se relaja y acepta la situación ya no sufre y su preparación para el paso a otra existencia es posible. Entonces se va en paz. De lo contrario si deja este mundo porque su cuerpo no aguanta más la situación, si se va “enfadado” se irá con rencor a la vida.


¿Cuándo podemos decir que hemos aceptado las circunstancias? Cuando dejamos de preguntarnos porqué eso nos pasa a nosotros, cuando dejamos de justificarnos, cuando dejamos de juzgar.


Puede parecer que el tema del sufrimiento es un tema psicológico y lo expresado no es más que una terapia. En realidad tampoco se trataría de nada nuevo pues toda meditación y el moderno mindfulness precisamente se centran en vivir el presente y aceptar la vida.


Por lo que ahora hay que ir más allá. Entrar en la parte más compleja del asunto, el dolor y el sufrimiento profundo. Y de esto si que se habla menos. Lo que se va a decir es también aplicable a las circunstancias duras de la vida.


Y ahora entra en escena otro componente fundamental: la CONFIANZA.


Va unida ésta a un concepto que generalmente se entiende mal: la FE. La fe se confunde a menudo con creencias de una u otra religión, pero la fe es algo mucho más profundo que eso.


Pongamos ejemplos. Usted puede creer que mañana va a llover, porque sabe mucho del tiempo, porque lo dicen los satélites en la tele, porque está en las estación de las lluvias, etc., pero eso no supone que usted tenga una verdad absoluta (he puesto en negrita y subrayado el concepto adrede) sobre lo que va a pasar. El grado de probabilidad de su creencia puede ser tan grande como quiera pero no es absolutamente cierto. De hecho todo lo que creemos que es algo cierto se basa en registros de la memoria que extrapolamos al futuro. Creemos saldrá el sol por el este pero eso se basa en el hecho que miles de millones de veces ha sido así pero siempre puede suceder algo que haga ocurra lo contrario. Es un ejemplo extremo pero es para separar lo que es una creencia relativa, por bien documentada que esté (también se dice que las estrellas se apagan) con una verdad absoluta.


Imaginemos que usted es una lectora y se llama Maria. Usted ES una mujer. Usted NO "cree "que es una mujer, usted "es" una mujer. Verdad absoluta.


Pues bien, ante las circunstancias externas que más nos turban o nos duelan hay que enmarcarlas dentro de la CONFIANZA que nos otorga la FE de que hay algún motivo, que nuestra razón no es capaz de descubrir, por lo que eso nos sucede.


No lo entenderá pensando, no se canse. No puede por más listo que sea. Pero hay algo superior que si permite eso tiene su motivo de evolución para el todo y para usted


El universo es perfecto. Hay un orden. La entidad / ser o llámele como quiera (tradicionalmente se ha dado el nombre de Dios, sin plural, pero puede ponerle el nombre que quiera) si ha hecho algo perfecto no puede hacer algo imperfecto. Pensar que el Principio Creador (de nuevo es para darle nombre) puede haberse equivocado es absolutamente imposible. Tan imposible como para nuestra lectora imaginaria que hemos llamado “María” se considere un hombre.


¿Quiere decir eso que si nos sucede algo malo, si perdemos un ser querido o algo duro en nuestra vida es por “la voluntad de Dios”?


No, no queremos decir eso, Pues hablar de voluntad es usar una idea humana y ese planteamiento supone humanizar a Dios, cosa que lamentablemente se ha hecho mucho en todas las religiones.


Lo que queremos decir es que todo tiene un propósito de evolución y que nuestra vida es perfecta, aun cuando a nosotros, a nuestra personalidad, a nuestro ego, no nos guste. Y ese propósito se escapa de la mente, por eso este principio de la confianza va más allá de la mente.


Confiar no es creer. Creer supone una base mental y la confianza supera a la mente. Confiar es aceptar. Pero no solo aceptar las circunstancias externas, sino que dentro de la perfección también entra esa faceta que no nos gusta y está en nuestra vida.


En el mensaje de Jesucristo que se cita en Mensaje de Jesús dice que debemos repetir continuamente el “Jesus yo confío en ti”. Fíjese que no dice: “ Jesus yo creo en ti” No se trata del Credo católico, se trata de una cuestión de confianza total que va más allá de la creencia.


Hay una parte del mensaje en donde se nos dice


Cuando me dices, ¡JESÚS YO CONFÍO EN TI!, no seas como el paciente que le dice al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo.


Eso es lo que a menudo hacemos.


Es más muchas veces, en nuestro dolor, en nuestras circunstancias difíciles abandonamos nuestra fe y no confiamos en Dios, la Fuerza o el principio. Pues bien hay un libro llamado “Conversaciones con Dios” de Neale Donald Walsch, que quien habla en nombre de Dios dice: “no me abandones cuando más me necesitas” y eso es lo que hacemos los humanos. Perdemos la confianza de la realidad divina y en consecuencia de la perfección de nosotros, cuando no se adecua la realidad de lo que vivimos a la concepción de lo que nosotros creemos debe ser la perfección; cuando sufrimos y no entendemos el porqué, olvidandonos de un todo perfecto del que somos parte, y en consecuencia lo que nos sucede es "perfecto" por más que nos lleve a un sufrimiento temporal.


Perder la confianza en el momento que nos van mal las cosas es muy humano, pero es poco inteligente. Pues precisamente entonces es cuando más necesitamos tener la verdad absoluta de la perfección de Dios, de la que yo y mis circunstancias somos parte.


Por último y como cierre y confirmación de la importancia de la confianza podemos ver como en el Evangelio de San Mateo, en la Pasión de Jesucristo, es decir en un momento durísimo y doloroso Jesucristo dice:


Y Jesus, con una voz fuerte exclamo: Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu. (Lucas 23, 46)


Es decir aquí acepta totalmente, se entrega al “Padre” “al Principio Superior”, a “Dios”, totalmente. Sin preguntar, sin razonar, sin querer entender, sin quejarse, simplemente acepta en la confianza del “Padre”, de ese Padre de perfección


Y luego sigue el Evangelio
dicho esto expiró


Es decir cesa el dolor y el sufrimiento cuando se entrega en la confianza


Pero el asunto no termina al acabar el sufrimiento, sino en las palabras del Centurión (Lucas 23,47) cuando dice: reallmente este hombre era santo es decir se reconoce que así se llega al máximo que puede llegar el ser humano en el concepto que en la terminología cristiana que conocemos se llama santidad.


Estas palabras representan la aceptación total como camino de salvación y sería muy deseable que todos las tuviéramos presentes. En particular en los últimos momentos en que nos enfrentemos a nuestras últimas horas en nuestra vida, pero también en todos los casos de sufrimiento y dolor incompensibles y no solucionables.


Si antes hemos hablado de aceptar, ahora hay que tener presente el entregarse a la Fuente, Fuerza, o Dios perfecto. Y no olvide que usted y Dios no están separados por lo que también usted es parte de esta perfección en evolución.


Tener fe no es ir a misa. Confiar no es pedir que suceda lo que queramos. Creer en Dios es aceptar y confiar que aunque no entendamos las cosas Dios no puede dejar de ser Dios y en consecuencia que su obra sea perfecta, aunque no nos guste, aunque no lo entendamos.


En la liturgia católica, concretamente en la plegaria de la Eucaristía sobre la reconciliación I se dice :


Oh Dios, que desde el principio del mundo haces cuanto nos conviene para que seamos santos como tú mismo eres Santo…”
es decir todo es para nosotros, aunque no nos guste


Igual planteamiento tiene el maestro taoísta que acepta el camino del Tao sin juzgarlo ni acomodarlo al deseo. Entonces cuando se vive así todo tiene un sentido, aunque no nos guste o aunque ahora, en la vida, no lo veamos. Todo.


Según recoje Emilio Carrillo en su libro "El tránsito" en oriente se dice: "la iluminación consiste en vivir sin quejas" de manera que tenemos referentes de esta idea desde tres filosofías de vida diferentes


Usted ha vivido situaciones en su vida que vio como terribles cuando sucedieron, pero que luego han sido auténticas bendiciones. Para poner un ejemplo común, que le deje su novia/o a los 18 años es una tragedia, pero a los 22 cuando se encuentra a la persona de su vida se ve esa pérdida como una bendición. Pues en la vida todo es así.


Algunas cosas las entenderá con el tiempo en su vida (por ejemplo eso de la pérdida del amor de juventud), otras las entenderá cuando se muera, y otras las entenderá cuando ascienda como ser no humano. Y decimos eso de “entender cuando uno se muere” porque eso que dicen que cuando uno se muere ve pasar toda su vida como una película, es cierto pero no se trata de una película descriptiva de lo que ha hecho y le ha pasado sino también de la comprensión del porqué le tuvo que pasar eso.


Cuando la vida nos pone lo que no nos gusta, el hombre de fe, el ser que confía, el creyente verdadero acepta y confía en la perfección de Dios. Y en esa confianza encuentra la felicidad.


Por eso si quiere ver el grado de espiritualidad de una persona, no mire lo que reza, lo que medita, las veces que va a misa, etc, sino la felicidad de la aceptación y confianza de los actos de la vida. Es decir el ser humano que es espiritual no le van mejor las cosas solo por serlo, pero sí que por confianza mantiene el equilibrio y no cae en la desesperación. Así mantiene la felicidad.


Ser espiritual no es rezar, o tener un catálogo de dogmas, o llevar signos externos, o ser muy bueno etc., ser espiritual es confiar en la obra de Dios, en La Fuerza, en su obra: en la Vida.


Por último como norma de actuar en la vida hay tres principios prácticos que es conveniente tener en cuenta.


Son muy simples y su resultado depende de la profundidad con que los aplique. Que sean simples le fastidia a su mente que quiere esforzarse por lograr algo, y al ego también le molestará pues le encanta pensar que la santidad y la iluminación requieren esfuerzo solo al alcance de unos pocos. Pero no es así.


Los principios a aplicar a su vida (y, por supuesto, a la de quien esto escribe) son estos tres:


- Reduce tu ego
- Controla tu mente
- Confía en Dios




Que la Fuerza le acompañe,


Juan Pedro



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