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Los cinco elementos


A medida que se van estudiando las corrientes de pensamiento, ya sea bajo la forma de religión, creencia, filosofía o escuela esotérica, resulta curioso ver como en muchos puntos, en lo más profundo, todas coinciden. Y esto es un buen signo pues nos indica que lo que se quiere decir es cierto. Precisamente esto es lo que pasa cuando hablamos del tema que nos ocupa: los elementos.


Los pitagóricos (500 a J.C.) consideraban que todo cuanto existe está formado por cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire y lo mismo opinan los tibetanos, sólo que estos añaden un quinto elemento: el espacio. Idea parecida se recoge en la cábala, en la sabiduría china y en la de pueblos americanos, sólo que en ocasiones los nombres que se dan son otros, pero el significado es parecido.


Debe decirse que en realidad estos nombres son simbólicos o metafóricos, es decir que aporta un significado mayor que su simple descripción, pero sí que guardan una relación directa los nombres con lo que quieren expresar y por ello se han elegido estos y no otros.


Tomaremos la nomenclatura tibetana, que además por algo los tibetanos están de moda. Decir que nosotros somos tierra, aire, fuego, agua y espacio parece, en principio, algo extraño pero si lo pensamos mejor podemos ver que eso somos. Nuestro cuerpo tiene 2/3 partes de agua; precisamos aire para vivir y que esta llegue a nuestras células; nuestro cuerpo material está formado por componentes químicos que se encuentran en la tierra; se produce un fenómeno permanente de combustión (fuego) para la asimilación de los alimentos y, evidentemente, ocupamos un espacio. Luego ya vemos que somos esos cinco elementos.


Pero bueno, se ha dicho que todo está formado por esos elementos, vamos a ver casos más extremos. Un coche es tierra, pues está hecho de metal, es fuego pues combustiona la gasolina, es aire porque debe refrigerar las piezas, es agua, porque hay líquidos en él y es espacio porque ocupa un volumen. En resumen: tanto lo vivo como lo inerte tiene esa composición de cinco elementos.


Para que veamos mejor la relación entre lo que somos nosotros y esos elementos que nos componen podemos darnos cuenta que necesitamos a los mismos. Cuando estamos en un sitio cerrado precisamos “aire”; cuando tenemos frío buscamos calor que sólo se produce por un fenómeno de combustión o fuego, necesitamos tocar tierra firme después de un viaje por aire o mar prolongado y evidentemente precisamos agua para sentirnos bien, no solo para beber, sino para sentir confort (pensemos en un baño relajante, una ducha etc.)


Todo lo dicho podría quedarse como una simple curiosidad cultural pero no, es mucho más que eso. Hay dos conclusiones a extraer de lo dicho:


- Si todo está formado por esos elementos todo está relacionado y la idea que tan a menudo se repite en esoterismo de “todos somos Uno” ya no es una cuestión filosófica, es una cuestión demostrada casi matemáticamente. Quizá hubiera resultado más adecuado que se dijera “todos somos lo mismo” pero la expresión anterior es más poética


- Lo que afecta al todo afecta a la parte de manera que ya no podemos considerarnos como algo separado del resto. Atacar a la tierra por ejemplo es atacarnos a nosotros mismos, pues todos estamos conectados ya que todos somos lo mismo.


El corolario de ver que todos somos iguales (pues estamos compuestos de lo mismo) es que cada parte requiere la misma consideración sagrada que el todo. Pongamos un ejemplo para no perdernos. Imaginemos los pueblos de otras épocas (no me gusta llamarlos primitivos) que adoraban al sol. El sol es fuego, está claro, pero si se adora al sol por ser fuego también se debe considerar sagrado a la persona que también es fuego, solo que en cantidad inferior a la del sol, pero en esencia son la misma cosa y en conclusión merecen el mismo trato. Con esto la consideración que durante siglos nos han vendido una parte superficial de muchas religiones sobre despreciar el cuerpo, es un sacrilegio pues el cuerpo es sagrado. La idea de “pecado” que supone todo suicidio o asesinato tiene aquí su raíz, pues como el cuerpo es sagrado no se puede atentar contra él.


Pero bueno, podemos pensar que eso ya no es así y que los tiempos de las mortificaciones han pasado, pero la sociedad actual también ha olvidado este carácter sagrado del cuerpo y un ejemplo de ello lo tenemos con la idea de belleza. El deseo de estar mas esbelto, delgado o guapo hace que muchas personas no quieran a su cuerpo sagrado, le castiguen para cambiar su forma externa, o lo desprecien por comparación con otros considerados, sin razón, superiores. Esto traerá consecuencias como luego se explicará, pero no por un castigo ni nada de eso, sino por el principio de causa y efecto.


Y ello se debe a lo siguiente. Todo cuanto existe tiene una entidad. Por ejemplo y para simplificar, usted es una entidad que habita en su cuerpo. Cuando se muera dejará su cuerpo de la misma manera que cuando se va de viaje y regresa a su casa deja el hotel donde ha estado hospedado. Lo que hará su entidad después no es el tema ahora, pero sí que debe quedarnos claro que todo lo que hay tiene detrás una entidad. Pues de la misma manera el elemento fuego tiene que tener una entidad, y a esa entidad le damos el nombre de elemental. Lo mismo ocurre para cada uno de los otros elementos. Los elementales conforman así nuestro cuerpo. Si nosotros, por nuestras ideas, fastidiamos a los elementales estos se verán obligados a “defenderse” y producirán problemas en nuestra vida.


Volvamos con nuestro ejemplo: usted se va a un hotel y allí, por sus caprichos, se dedica a dar golpes a las paredes, a las cañerías etc. Es normal que la habitación al final se le venga abajo ¿no? Pues si ahora sustituye usted la idea del huésped por la de su entidad, el hotel por su cuerpo y los elementales por las paredes y cañerías del hotel podrá hacerse una idea de lo que puede pasar si no cuida a los elementales que lleva dentro.


Hay que honrar el cuerpo, pues hay “seres sinitnetes” que habitan en él y que precisan de nosotros. No considerarlos por cuestiones estéticas, de modas, creencias o similares es como derruir los cimientos de nuestra propia casa.


Pero ya va siendo hora que se hable un poco de lo que cada elemento quiere expresarnos. Empecemos:


TIERRA.


La tierra es la base de todo. Ello es bastante evidente, pues es en ella en donde tenemos experiencias. Las cualidades que representa la tierra son bastante evidentes: solidez, estabilidad, seguridad, pesadez etc. Pensemos en expresiones como “tocar de pies en tierra” que nos da idea de seguridad y solidez. Pero la tierra presenta muchos matices: puede ser fértil y rica si está en armonía con los otros elementos, es decir cuando hay un calor adecuado y humedad (fuego y agua) o puede ser estéril y árida si está en desarmonia con esos elementos, por ejemplo por exceso o defecto de calor o por exceso o defecto de humedad.


Igual pasa en nuestro ser. Cuando nuestra tierra está bien equilibrada nos sentimos seguros, firmes, confiados, realistas, prácticos, sanos, equilibrados.


Por el contrario un exceso de este elemento supone que somos lentos y perezosos, nos sentimos pesados, nos falta creatividad, etc. Todo ello hasta degenerar en una depresión y resignación en nuestras vidas. Otro signo es el gusto por dormir, soñar y olvidar los sueños, sentirnos faltos de inspiración etc. Esto tiene un añadido importante: nos identificamos con nuestros problemas y esto hace que los mismos sean aún mayores. Cada vez que uno piensa “yo no soy bueno en esto” se está haciendo cada vez peor en eso a lo que se refiere. Temer a un problema nos hace temerosos y a la vez provoca que ese problema sea más terrible. Tradicionalmente el aspecto más negativo de la tierra es la ignorancia.


Esto es a lo que afecta el exceso de tierra. Por el contrario cuando nos falta nos sentimos volátiles, agitados, irritados por todo, sin capacidad de acabar las cosas, desarraigados e insatisfechos. El típico personaje falto de tierra es aquel “estresado” que nunca encuentra nada que le estabilice.


Para la meditación se precisa tener este elemento equilibrado, ni mucho ni poco. Y es que es la tierra quien genera una mente estable que se precisa en toda meditación.


¿Qué hacer si tenemos poca tierra? Pues con independencia de lo que se expondrá más adelante es conveniente practicar la concentración, tomar alimentos pesados y no estimulantes, hacer ejercicio y sobre todo hacer aquello que sabemos es bueno para nuestro cuerpo.


¿Y sí la tenemos en exceso? Pues lo contrario: tomar alimentos ligeros, evitar el agotamiento, intentar ser más flexible en nuestros pensamientos y buscar ser más creativos en nuestra vida.


AGUA


El agua se identifica con la fluidez, el saber estar bien en todas partes, como hacen todos los líquidos. Si este elemento está equilibrado nos sentimos a gusto con nuestra vida, con nuestro entorno, con nosotros mismos. En definitiva nos sentimos felices.


Hay que decir al respecto que la felicidad no es algo que dependa de causas externas, de tener dinero, de ser querido, de tener el reconocimiento público etc., la felicidad reside en nuestro interior y depende de la manera en que nos tomamos las cosas. O para decirlo en palabras más estructuradas: la felicidad no depende de hacer o tener, depende de ser.


Para ver la relación del agua con la felicidad piense en lo reconfortante que es encontrarnos con ella. Los baños relajantes, las duchas que nos dejan como nuevos, el placer de nadar y sentir liviano nuestro cuerpo etc. Los balnearios trabajan intensivamente con este elemento, por ello son tan gratos.


Veamos los extremos. Una persona con exceso de agua puede ser demasiada emotiva y ser comodona, pero el exceso de comodidades supone eludir responsabilidades y no crecer ni querer cambiar cosas caducas, es decir supone dejar de luchar por cosas que, aunque difíciles, valen la pena. Pero la característica negativa mayor de un exceso de agua es vivir una marea de emociones.


Por el contrario tener poca agua supone sentirse mal con uno mismo, con los demás, con el trabajo, con la vida. Si además se une a una situación de poca tierra ello origina falta de estabilidad y agitación excesiva.


Para desarrollar los aspectos positivos del agua sin duda lo mejor son las prácticas afectivas. Querer a alguien, a una persona, a un entorno, a un animal, a plantas o minerales sin duda repercuten positivamente. Los tibetanos incluyen aquí el desarrollo de la compasión y la búsqueda de la sabiduría como modelo de comportamiento.


FUEGO


Por lo general tenemos la idea del fuego como algo destructor, pero como elemento no debemos olvidar que es también el fuego el principio de todo. Indica así la creatividad, el inicio de las actividades, el movimiento, el entusiasmo.


El fuego representa un gozo, pero no como el agua, sino un gozo por la acción emprendida y por el entusiasmo que ello conlleva. Estas son las características que aporta el elemento fuego equilibrado.


Por el contrario las personas con demasiado fuego tienden a ser irritables e impulsivas, teniendo reacciones excesivas y estallando en cólera. Les cuesta dormir y tienden a hablar mucho y rápido, cambiando de idea a medida que las expresan.


Ya puede imaginarse, leyendo las líneas anteriores, el cuadro de una persona con exceso de fuego y carencia de tierra: se pondrá histérico por tonterías y será absolutamente inestable.


Cuando falta fuego hay falta de vitalidad y de inspiración. No se disfruta del trabajo, no aparece nada nuevo, no hay entusiasmo etc., y así la vida parece una rutina. Cuando la falta de fuego se combina con un exceso de aire tenemos a una persona de mente brillante pero incapaz de aportar cambios de aquello que aprende o que deduce.


Para un exceso de elemento fuego se recomienda cualquier actividad equilibrante, yoga, tai-chi, meditación etc., que aparte de otras funciones sirven para serenar a la persona.


A aquellos a quienes les falta fuego precisan poner ilusión en sus vidas. Con la ilusión se despierta el gozo por la acción, el entusiasmo, el empuje. Eso es lo que deben hacer.


AIRE


Todos asociamos la idea de aire con cambio. Esto es pues lo que representa este elemento: el poder de cambiar lo negativo en positivo, el odio en amor, la codicia en generosidad etc. También se relaciona con la curiosidad, el aprendizaje y el intelecto, en definitiva: con la sabiduría capaz de conseguirlo todo.


Es normal que cuando hay mucho aire hay poca tierra. Entonces nos cuesta estar en un sitio o en una situación determinada. Las creencias caen, la felicidad se convierte en infelicidad tan pronto como vemos algo negativo, se viven situaciones de incertidumbre y se hacen los problemas mayores de lo que son. Falta gravedad interna y las influencias del entorno nos arrastran con facilidad.


Cuando hay deficiencia de aire nos quedamos atascados y no podemos hacer cambios. Cuando hay un problema este se instala en nuestro interior.


El aire en equilibrio nos permite ser flexibles y así darnos cuenta que aunque que aunque hayan cosas “malas” el sol brilla en el cielo cada día. El equilibrio del aire permite libertad mental para ver las cosas desde perspectivas diferentes y así aumentar y crecer en conocimiento. La prontitud en transformar la ira, la depresión, el enfado en algo bueno nos indicará el equilibrio de este elemento.


Hay una asociación entre aire y prana que conduce a la mente, de allí la importancia de la respiración en el yoga. El aire es el elemento más permeable que está en todos los lugares y permite la comunicación con todo.


Si nos falta aire no puede surgir el progreso espiritual pues no somos capaces de plasmar en práctica aquello que aprendemos.


Por último decir que el aire es el que nos permite el discernimiento entre estados de pureza y felicidad interior y lo que son meros espejismos.


ESPACIO


Todo cuanto existe se da en el espacio. En él todo se hace y todo se disuelve. Es intangible pero preciso para la existencia manifiesta, es el principio y el final de todo. Lo que consideramos con nuestros sentidos como espacio no es tal, pues lo que vemos como vacío en realidad es aire con millones de partículas flotando. Aquí por espacio entendemos aquello en donde está es aire. No es pues una realidad sensorial.


En nosotros este quinto elemento representa la conciencia despierta, es decir a darnos cuenta de la realidad de lo que somos y de lo que todo es.


Cuando este elemento está equilibrado tenemos tiempo para todo, tolerancia para todo, lugar para todo. Vaya que todo tiene cabida en nosotros y somos capaces de aceptar, entender y procesar todo lo que nos pasa.


Cuando hay un exceso de espacio nos encontramos “flotando” sin conexión con los demás elementos. Estamos perdidos en la realidad que no entendemos. Estamos desarraigados de lo que es la vida, hasta llegar por ello a depresiones. No sabemos qué o quienes somos.


Por otra parte la falta de espacio hace que la persona se vea dominada por las circunstancias y cualquier pequeño problema parezca una montaña. Además tener poco espacio hace que otro elemento se manifieste en exceso y ello determina nuestras reacciones.


Trabajar el elemento espacio supone conocer la naturaleza de la mente. Y ello nos hace libres pues no dependemos de las circunstancias externas que pasan en nuestra vida. No buscamos afuera la causa de nuestros males o problemas. No nos identificamos con nuestros errores o situaciones personales, nos aceptamos a nosotros mismos y ponemos nuestro juicio propio por encima de opiniones ajenas. No juzgamos ni catalogamos las cosas y tendemos a salirnos del mundo dual de bueno/malo. Practicar estos puntos supone equilibrar el elemento espacio.


Este elemento engloba a todos (por algo es el espacio) y si todos los otros elementos están equilibrados también lo está el espacio.


Sabemos que para que todo nos vaya bien precisamos vivir en un lugar donde haya tierra fértil, agua abundante, un grado de calor aceptable y un aire puro para respirar. Sin embargo también somos capaces de vivir en lugares inhóspitos, con frío, en tierras áridas, o en ambientes en que el aire está contaminado. Pues lo mismo ocurre en nuestras vidas. Podemos vivir con desequilibrios en los elementos de la misma manera que podemos vivir en la Antártica, que no es precisamente un paraíso de condiciones ambientales, pero nuestro bienestar es mucho mayor cuando los elementos están bien equilibrados.


¿Cómo conseguir ello? ¿Cómo equilibrar los elementos? Se ha hablado un poco de ello al presentar a cada elemento pero hay aún más cosas a hacer. Solo que, para no cansar al lector, será mejor explicarlo en otro artículo.

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